martes, 25 de enero de 2011

Paradoja del ahorcado

Un señor era propietario de un gran terreno, dentro del cual fluía un caudaloso río. Sobre este río había un puente y en él, una horca y 4 guardias puestos por el propietario. La función de estos guardias era hacer cumplir la ley impuesta por el dueño. Esta establecía que si alguno ha de pasar por este puente de una parte a otra, primero deberá jurar a dónde y a que va; y si jurare verdad podrá pasar, pero en caso contrario, morirá por ello colgado en la horca que allí se encuentra.
Sabida esta ley y la rigurosa condición de ella, pasaban muchos, y luego en lo que juraban se echaba ver que decían verdad.
Sucedió, pues, que tomando juramento a un hombre, este juró que iba a morir en aquella horca que allí estaba. Pensaron los guardias un momento y dijeron: si a este hombre lo dejamos pasar libremente, mintió en su juramento y conforme a la ley, debe morir. Pero por otro lado si lo ahorcamos, el juró que iba a morir en aquella horca, y habiendo jurado verdad, por la misma ley, debe ser libre. 

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